8.22.2010

Recuerdos.

Se fue y solo un pañuelo
como recuerdo me entregó,
causa de mi anhelo,
invierno triste que llegó.

Caí en la cuenta;
en sus fibras diminutas,
pequeñas virutas
de tu perfume arrancó.

Tu perfume y un pañuelo,
oh, cruel, cruel destino,
de mi amor asesino,
 escaso consuelo.

8.20.2010

Como el tigre y la gacela

Corría, corría como si en ello le fuera la vida. Sus pies comenzaban a cansarse, cuando se encontró con un hórreo delante de ella. Lo vió muy claro, no dudó un solo segundo y se metió dentro. 
Veía, poco, pero veía. Recordó aquellos felices días, cuando ella no podía hablar muy bien, que su abuela le contaba algo, sobre ese sitio, en el que se guardaba... ¿qué se guardaba? No, ya no se acordaba... Ahora todo lo que en alguna época se hubiera guadado allí, ya no estaba. ¿Para qué conservaban aquello, entonces? 
Escuchó pasos afuera. No se movió. Aguantó la respiración. Los pasos no se alejaban; cada vez estaban más cerca. Cruzó los dedos... no quería que la descubrieran. Se esforzó al máximo y llevó al límite su discrección. Fueron unos largos minutos para ella.
¡Por fin! Los pasos parecían alejarse. Respiró profundamente y se sentó. Al sentarse, una rama seca se rompió, produciendo un sonido seco que la delataba claramente. Parecía que el corazón se le fuera a salir del pecho. Le resultó imposible contener la respiración... los pasos cesaron, parecía que la habían descubierto; ¡Oh, no! ¡Estaba perdida!
Miró, por una rendija entre la piedra. El indviduo no tardó en alejarse de nuevo. Su corazón volvía lenta, muy lentamente a la  normalidad.
Esta vez no movió ni un solo músculo hasta que pasaron unos tres minutos. Con cuidado, abrió la puerta de su escondite. Bajó sigilosamente las viejas escaleras con el corazón en un puño.
De puntillas, se siguió acercando hacia la puerta del garaje. Paso a paso. Lo más sigilosamente posible- Escuchó ruidos acercándose a ella. Echó un vistazo hacia atrás; ¡la habían descubierto! Comenzó a correr, al borde de la taquicardia. Corría, corría, como una gacela que teme caer en las zarpas de su depredador. Corría desperadamente. Pero, el tigre corre más que la gacela, solo que por menos tiempo. Pero, ni Mónica era una gacela, ni quien la perseguía un tigre. 
Llegó a la puerta del garaje y dándole un lijero golpe gritó con todas sus fuerzas:
-¡Por mí! -respiró- ¡Por mi y...y... por todos mis compañeros!

¡¡Vuelvo de vacaciones!!

Os dije el 20, y cumplí; ¡¡mi primera entrada el 20 de agosto!!
Tengo algún que otro texto preparado para publicar!! (Siii)
Y pasados a máquina, que aunque soy vaga, trabajo un mínimo.
Bueno, sin más.
¡c¡a