Todos y todas hemos oído o leído un relato corto o largo sobre un payaso triste, un domador cobarde o cualquier otro personaje del circo. Pero seguro que nunca habéis oído hablar de mí.
Me llamo Orejitas, y vivo en esta carpa esperando a que alguien narre mi historia.
Bueno, estoy atrapado en este relato de 1º de E.S.O. y, en fin espero que disfrutéis.
Todo comenzó un tres de septiembre.
Yo aún vivía en el pueblo. Pero aquel día llegó un circo muy famoso a la ciudad, y se anunció hasta en el árbol en el que yo me alojaba. Mi vecina, la ardilla, me invitó a acompañarla.
Una vez en la gran ciudad buscamos una pequeña carpa de colores, pero para nuestra sorpresa, la carpa no era especialmente pequeña, y una vez dentro nos perdimos con facilidad .Fuí a parar a un camerino, concretamente al de un mago. Cansado de buscar me dormí en un bonito sombrero de copa.
Tan bien dormí, que al día siguiente, aún seguía allí .Pero de pronto alguien dijo:
-Abracadabra. Un, dos tres… ¡Sal conejo!
Y me agarró de mis preciosas orejas. Aproveché ese instante para echar un vistazo de mi vecina, pero no encontré ni rastro.
Me sumergieron de nuevo el sombrero y pasado un rato, el mago me hizo un trato para que me quedara en el circo.
Antes de cerrar al trato le envié una carta a mi amiga la ardilla.
Medité, medité y acabé por pensar que en mis ratos libres podría subirme a las nubes con la trapecista, escuchar los ensayos del payaso, aparte de disfrutar de varias zanahorias diarias.
Finalmente, acepté y aquí acaba la historia de cómo me convertí en la estrella más mona del circo. (A excepción del orangután)
aTTo: IcI!
Una sonrisa cuesta menos que la luz eléctrica y da más luz. -Proverbio escocés.
5.15.2009
-Primer capítulo: ¿Que decides?
Unas uñas golpearon involuntariamente el cristal de mi ventana, despertándome. Y dos opciones pasaron por mi mente; Salir corriendo o quedarme inmóvil.
No me moví puesto que se me heló la sangre. Clavé mis ojos en mi ventana. Una sombra se proyectaba en las cortinas color amarillo canario. Un cuerpo mecánico se apoyó sobre mi cristal. Aquella proyección me resultó familiar, pero no sabía porqué. De pronto, y sin darme cuenta, me quedé profundamente dormida.
A la mañana siguiente todo fue muy lento. Como era lunes tuve que salir del orfanato y caminar hasta la escuela. Por suerte me acompañó mi mejor amigo, Julio.
Cuando volví al orfanato me dijeron que tenía visita de mi padre. En ese instante pensé:
¿¡De mi padre!?
Cuando entré en mi habitación allí estaba, el de mis fotos, el que me habían descrito mil y una veces…
Y quería hablar conmigo.
Me di cuenta de que su cara reflejaba la expresión de estar llorando sin lágrimas, que hasta el momento era totalmente desconocida para mí.
Me senté enfrente a él y le dije:
-Hola.
Ho… hola –me saludó.
-¿Papá? –pregunté, atónita.
Asintió.
Esta vez fui yo la que tenía expresión de echarse a llorar, pero a mí si que me cayeron lágrimas.
-Carla… esto… ya se que me esperabas... que esperabas que yo hubiese…-dijo indeciso- …fa…falle…fallecido.
-Sí.
-Un error. Un grave error –continuó, tras una corta pausa.- por eso, he venido, a ver, si, tal vez, quizás…
-¿Sí?
-Querrías venir conmigo a casa. Ya se que llevas quince años viviendo, pensando que, bueno, lo que tuvieras que pensar. Y comprenderé cualquier decisión que tomes.
Iba a abrir la boca para objetar, pero…
-Pero antes debes saber quien soy.
-¿¡Cómo que quien eres!?¡Ya lo sé! ¡Eres mi padre!
-Ven, te lo explicaré -y fuimos a pasear por las afueras.- Aquel horroroso día en el que tu madre sí que acabó… pues eso, acabó, íbamos los dos en el coche. Estaba herido de gravedad y… me tuvieron que hacer… un transplante.
-Del que, en teoría, no habías salido.
-Cosa que no es correcta. Al menos no del todo, no puedo llorar, no puedo mojarme, no puedo…
-¡¿Que no puedes mojarte?¡ ¡¿Pero que estupidez es esa?! –interrumpí
-Carla.
-Perdón. Me disculpé mientras jugaba, con un gesto nervioso, con un mechón de mi pelo.
-Bueno, pues, aparte de ello, no como la misma comida que tú, no duermo y soy extremadamente ágil, si me te diera un pequeño codazo, te rompería varios huesos.
-¿Bromeas? No me chupo el dedo, eres una persona. ¿Intentas impresionarme o simplemente asustarme? ¡No soy una niña de educación infantil!
Entonces, para demostrarme que lo que contaba era cierto, cogió una roca, de unos… ¿ treinta kilogramos?, y la giró con un dedo, como si fuera una pelota de baloncesto.
-Madre mía.
-Ajá. No pienses que esto me gusta. Es como si fuera… un robot, excepto mi cerebro y las emociones principales.
Me asusté, no salí corriendo de milagro, porque algo me impulsaba a quedarme, quizás, un impulso emocional.
-Tú decides, quedarte o venir.
aTTo: IcI!
No me moví puesto que se me heló la sangre. Clavé mis ojos en mi ventana. Una sombra se proyectaba en las cortinas color amarillo canario. Un cuerpo mecánico se apoyó sobre mi cristal. Aquella proyección me resultó familiar, pero no sabía porqué. De pronto, y sin darme cuenta, me quedé profundamente dormida.
A la mañana siguiente todo fue muy lento. Como era lunes tuve que salir del orfanato y caminar hasta la escuela. Por suerte me acompañó mi mejor amigo, Julio.
Cuando volví al orfanato me dijeron que tenía visita de mi padre. En ese instante pensé:
¿¡De mi padre!?
Cuando entré en mi habitación allí estaba, el de mis fotos, el que me habían descrito mil y una veces…
Y quería hablar conmigo.
Me di cuenta de que su cara reflejaba la expresión de estar llorando sin lágrimas, que hasta el momento era totalmente desconocida para mí.
Me senté enfrente a él y le dije:
-Hola.
Ho… hola –me saludó.
-¿Papá? –pregunté, atónita.
Asintió.
Esta vez fui yo la que tenía expresión de echarse a llorar, pero a mí si que me cayeron lágrimas.
-Carla… esto… ya se que me esperabas... que esperabas que yo hubiese…-dijo indeciso- …fa…falle…fallecido.
-Sí.
-Un error. Un grave error –continuó, tras una corta pausa.- por eso, he venido, a ver, si, tal vez, quizás…
-¿Sí?
-Querrías venir conmigo a casa. Ya se que llevas quince años viviendo, pensando que, bueno, lo que tuvieras que pensar. Y comprenderé cualquier decisión que tomes.
Iba a abrir la boca para objetar, pero…
-Pero antes debes saber quien soy.
-¿¡Cómo que quien eres!?¡Ya lo sé! ¡Eres mi padre!
-Ven, te lo explicaré -y fuimos a pasear por las afueras.- Aquel horroroso día en el que tu madre sí que acabó… pues eso, acabó, íbamos los dos en el coche. Estaba herido de gravedad y… me tuvieron que hacer… un transplante.
-Del que, en teoría, no habías salido.
-Cosa que no es correcta. Al menos no del todo, no puedo llorar, no puedo mojarme, no puedo…
-¡¿Que no puedes mojarte?¡ ¡¿Pero que estupidez es esa?! –interrumpí
-Carla.
-Perdón. Me disculpé mientras jugaba, con un gesto nervioso, con un mechón de mi pelo.
-Bueno, pues, aparte de ello, no como la misma comida que tú, no duermo y soy extremadamente ágil, si me te diera un pequeño codazo, te rompería varios huesos.
-¿Bromeas? No me chupo el dedo, eres una persona. ¿Intentas impresionarme o simplemente asustarme? ¡No soy una niña de educación infantil!
Entonces, para demostrarme que lo que contaba era cierto, cogió una roca, de unos… ¿ treinta kilogramos?, y la giró con un dedo, como si fuera una pelota de baloncesto.
-Madre mía.
-Ajá. No pienses que esto me gusta. Es como si fuera… un robot, excepto mi cerebro y las emociones principales.
Me asusté, no salí corriendo de milagro, porque algo me impulsaba a quedarme, quizás, un impulso emocional.
-Tú decides, quedarte o venir.
aTTo: IcI!
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