Unas uñas golpearon involuntariamente el cristal de mi ventana, despertándome. Y dos opciones pasaron por mi mente; Salir corriendo o quedarme inmóvil.
No me moví puesto que se me heló la sangre. Clavé mis ojos en mi ventana. Una sombra se proyectaba en las cortinas color amarillo canario. Un cuerpo mecánico se apoyó sobre mi cristal. Aquella proyección me resultó familiar, pero no sabía porqué. De pronto, y sin darme cuenta, me quedé profundamente dormida.
A la mañana siguiente todo fue muy lento. Como era lunes tuve que salir del orfanato y caminar hasta la escuela. Por suerte me acompañó mi mejor amigo, Julio.
Cuando volví al orfanato me dijeron que tenía visita de mi padre. En ese instante pensé:
¿¡De mi padre!?
Cuando entré en mi habitación allí estaba, el de mis fotos, el que me habían descrito mil y una veces…
Y quería hablar conmigo.
Me di cuenta de que su cara reflejaba la expresión de estar llorando sin lágrimas, que hasta el momento era totalmente desconocida para mí.
Me senté enfrente a él y le dije:
-Hola.
Ho… hola –me saludó.
-¿Papá? –pregunté, atónita.
Asintió.
Esta vez fui yo la que tenía expresión de echarse a llorar, pero a mí si que me cayeron lágrimas.
-Carla… esto… ya se que me esperabas... que esperabas que yo hubiese…-dijo indeciso- …fa…falle…fallecido.
-Sí.
-Un error. Un grave error –continuó, tras una corta pausa.- por eso, he venido, a ver, si, tal vez, quizás…
-¿Sí?
-Querrías venir conmigo a casa. Ya se que llevas quince años viviendo, pensando que, bueno, lo que tuvieras que pensar. Y comprenderé cualquier decisión que tomes.
Iba a abrir la boca para objetar, pero…
-Pero antes debes saber quien soy.
-¿¡Cómo que quien eres!?¡Ya lo sé! ¡Eres mi padre!
-Ven, te lo explicaré -y fuimos a pasear por las afueras.- Aquel horroroso día en el que tu madre sí que acabó… pues eso, acabó, íbamos los dos en el coche. Estaba herido de gravedad y… me tuvieron que hacer… un transplante.
-Del que, en teoría, no habías salido.
-Cosa que no es correcta. Al menos no del todo, no puedo llorar, no puedo mojarme, no puedo…
-¡¿Que no puedes mojarte?¡ ¡¿Pero que estupidez es esa?! –interrumpí
-Carla.
-Perdón. Me disculpé mientras jugaba, con un gesto nervioso, con un mechón de mi pelo.
-Bueno, pues, aparte de ello, no como la misma comida que tú, no duermo y soy extremadamente ágil, si me te diera un pequeño codazo, te rompería varios huesos.
-¿Bromeas? No me chupo el dedo, eres una persona. ¿Intentas impresionarme o simplemente asustarme? ¡No soy una niña de educación infantil!
Entonces, para demostrarme que lo que contaba era cierto, cogió una roca, de unos… ¿ treinta kilogramos?, y la giró con un dedo, como si fuera una pelota de baloncesto.
-Madre mía.
-Ajá. No pienses que esto me gusta. Es como si fuera… un robot, excepto mi cerebro y las emociones principales.
Me asusté, no salí corriendo de milagro, porque algo me impulsaba a quedarme, quizás, un impulso emocional.
-Tú decides, quedarte o venir.
aTTo: IcI!
ME ENCANTA TU BLOG ES MUI.. MUI .... MEJOR
ResponderEliminarya me lo he leido entero, y la verdad es que tu blog es una pasada!
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