3.30.2010

Soy gigante

Lo recuerdo con mucha claridad, era una preciosa mañana de Agosto y mis padres nos habían dejado acampar en un pequeño valle a escasos metros de nuestra casa, a Uxía, mi prima, y a mí. Uxía es bastante alta, y yo era tan bajita que en el colegio no decían:“Era un señor tan bajito, tan bajito, tan bajito, que se sentó en una moneda de céntimo y le quedaron las piernas colgando”, sino: “Iria es tan bajita, tan bajita, tan bajita, que en navidad gana dinero extra como regalo de roscón”.
Antes de entrar en la cabaña, nos pusimos a mirar las estrellas, con las viejas esterillas de yoga de mi madre. Vimos una estrella fugaz, y cada una pidió un deseo.
A la mañana siguiente, me desperté de un modo extraño. Las manos, los pies, la cabeza...¡Todo me dolía!
Me puse de pié aún somnolienta, para ir a beber agua a la fuente. Pero di un paso y ya estaba delante de la fuente, sólo que unos metros más arriba.
<<¡¿¡¿¡Unos metros más arriba!?!?!>> pensé.
Puse los ojos tan abiertos como platos. Miré mis manos, y parecían normales. Mi pijama también parecía igual.¡Pero ahora el saco de dormir me servía de zapatilla!
Cuando miré para abajo, vi una cosa enganchada en mi pié descalzo.¡Era la tienda de campaña! Rápidamente la cogí y con cuidado saqué a Uxía, que aún estaba dormida.
Pero, ¿qué podía hacer? ¿Qué le diría a Uxía? ¿Qué le diría a mis padres? ¡Nadie lo aceptará!
Así que, volví al valle, dejé a Uxía que descansara plácidamente en su saco y me fui.
Me hubiera gustado escribirles algo para que no se preocuparan, pero no encontré como. Emprendí el camino sin echar un último vistazo.
A las dos horas, estaba ya en otra provincia, en un pequeño monte, en el que nadie me encontró. Me escondí junto a un manantial, en el que bebí suficiente agua y debajo de un árbol frutal, del que comí muy poco. Eran las dos del mediodía
cuando me entró un hambre atroz. Me aguanté, y seguí buscando otro lugar donde
resguardarme.
Encontré otro manantial cerca de una pequeña casa.<>
Pensé.
Tenía hambre, frío y estaba cansada. <<¡Todo por ese estúpido deseo!>>Chillé para mi misma. Comenzaba a oscurecer, y vi que una ventana de la cabaña se
iluminaba. Comencé a escuchar, no tenía más remedio:
-¡¡¡¡Este!!!!
-De acuerdo- Dijo una voz más cariñosa.- ¿Te has lavado los dientes, verdad?- Una larga pausa- Había una vez un ratoncito, que vivía con su madre y con su
padre, que también eran ratones. Un día, estaban Ratoncita y su hijo en la cena y
le dijo a su mamá:
-Mamá, ¿Si me convirtiese en serpiente, y reptara por los valles, me querrías?
-Te haría un calcetín larguísimo, para que no se te estropearan las preciosas
escamas de colores. E iríamos a pasear por caminos sin piedras.
-¿Y si fuese un insoportable gallo?
-Te llevaría a ver el amanecer más bonito, para que cantaras felizmente tu
¡¡qui-qui-ri-quí!!
-¿Y si fuese una enorme ballena?
-Bucearía contigo por todos los océanos, e impediría que ni noruegos, noruegas,
japoneses, ni japonesas te cazasen.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Me sentí mal. Corrí y corrí hasta llegar a mi casa. Mis padres estaban inquietos, mirando por la ventana.
Les conté todo lo que me había pasado. Tuvieron que creerme. Esa noche dormimos todos a la intemperie. Yo no me podía dormir, así que me quedé mirando las estrellas. De repente, pasó una estrella fugaz, y yo le pedí un deseo y tan pronto como se habían creado mis problemas, se solucionaron.

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