4.02.2010

Hadas Acuáticas

Yo tenía siete años y era una exploradora en condiciones. Y cuando nos dieron las vacaciones en el colegio, preparé una mochila, me la cargué a mis pequeños hombros y me dirigí al bosque.
Yo, más feliz que unas castañuelas, encesté mi equipaje en un árbol medio hueco. El caso, es que aún que estábamos en Junio, se puso a llover de repente y me tuve que refugiar en el árbol.
Llovió durante unos diez minutos. Por fin, cuando paró pude disfrutar del bosque, me comí el bocadillo. Eché un vistazo al suelo. Estaba húmedo y por consiguiente, mis zapatos, encharcados. Me reí, los zarandeé y gotitas de agua salieron despedidas.
Antes de que me diera cuenta, puntos blancos y muy pequeñitos flotaban en el aire.
Extendí la mano, y un punto banco se posó en ella.
-Hola puntito.-saludé
-Eh! ¡Llámame por mi nombre, niña insolente!
-Eh! ¡Llámame por mi nombre, puntito insolente!- repetí, aunque no sabía lo que
significaba aquel adjetivo.
-Lo que me faltaba.- murmuró
-¿Qué te faltaba?- pregunté
-Nada, es una frase hecha, niña- me espetó
-Ah, vale. Mamá cuando dice eso es que no encuentra las llaves.
-No me importa tu vida privada.-gruñó
-Pero a mí si.-Le dije, con toda claridad.
-Lo suponía.
-Y dime, puntito, ¿qué haces tu aquí en el bosquecillo?
-No soy un “puntito”.Para que te enteres, soy un hada.- se sinceró
-No, tú eres claramente un puntito blanco muy pequeñito.- le contradije
-No, soy un hada.-me negó
-Las hadas solo existen cuando abres un cuento. Eres un puntito.-aclaré
-Hada
-Puntito
-Hada
-¡Puntitoooooooooooooo!
-Vale, lo que tú quieras. Soy un puntito que se llama hada acuática.-dijo, dándome la razón.
-¿Ves cómo tenía razón?- me reafirmé con mucho retintín.
-Por supuesto.-me siguió la corriente.
-¿Pero que haces en el bosque?-repetí
-Mejor dicho, ¿qué haces TÚ en el bosque?
-Merendar. Son las seis y media, ¿Los puntitos merendáis?-respondí.
-Claro que no, listilla.-dijo- Estoy volando. Por fin, las gotas de agua nos han proporcionado energía suficiente, como para poder volar.
-Ya, ya….Las gotas de aguas se e-fa-po-ran. No ayudan a puntitos respondones como tú.
-Ah, claro… ¿Quieres saber lo que sucede en realidad?-jugueteó con mi
curiosidad
-Ya la sé. Fue un tostón, pero al final me aprendí los chichos del agua.
-Serán los ciclos.-corrigió
-Pues eso, chichos.
-Déjalo.- me cortó
-Vale. ¿Me cuentas eso de los chichos de agua de cuentillo de hada?
-Verás, a nosotras, las hadas acuáticas, nos forma el rocío que no utilizan las hadas que ya existen. Y acumulamos agua, hasta que podemos volar, y ser libres,
podemos disfrutar de los alrededores. Un día llega la hora, y ascendemos, a las
nubes, después, volvemos a caer en forma de agua.
-Oh-susurré.
-Yo me llamo Godofreda. ¿Tú?- se presentó
-Yo soy Uxía. –le dije
Entonces me di cuenta de que estaba oscureciendo.
-Godofredita, tengo que irme a casa. ¿Estarás mañana?-empecé a despedirme
-Si, pero no se donde.
-¿Podrías quedarte en esta árbol? Mañana por la mañana estaré aquí sin falta.
prometí, poniéndome la mochila.
-Claro.
-Perfecto. ¡Hasta mañana!-grité mientras corría hacia casa
-Adiós.-se despidió
Como era de esperar, a la mañana siguiente, estuve allí sin falta. Pasaron los días, y nos llevábamos muy bien. Pero llegó un día en el que como cada mañana, la fui a visitar. Hacía tanto calor, que llevé dos polos de naranja.
-¿Godofreda?-la llamé
Silencio absoluto.
-¿Godofreda?-repetí
Nada, ni el viento susurraba, ni ningún hada revoloteaba.
-¿GODOFREDA?-Grité
Un polo al suelo.
-¡Mecachis!-Exclamé, fastidiada.
Pensé que a lo mejor se había enfadado conmigo. Así que me fui, y volví por la
tarde.
-¿Godofreda? ¿Estás enfadada?-chillé
Nada. Y comprendí, que ella se había convertido en una nube.
-¿Go…godofredita?-susurré, llorando.
Se había marchado. En aquel momento, no sabía que no lo había hecho a propósito, así que me enfadé con el bosque y con las pobres petunias del jardín.
Era de esperar, que ellas pagaron mi ira. Y después yo pagué por ellas, plantando
otras petunias nuevas.
Odiaba a Godofreda por todo lo que me había hecho. Dejarme tirada.
La misma noche de la catástrofe de las flores del jardín, me asomé por la ventana.
-¿Godofreda?
Y otro puntito blanco se desperezó. Había estado durmiendo en mi ventana. Me
dijo:
-¿Conoces a Godofreda?
-Así es. Soy Uxía...-declaré
-Yo Honorinda. Un placer. ¿No sabrás donde está, verdad?
-No. Se marchó, la odio, me ha dejado aquí sola, y se ha ido con sus amiguitas.
-¿Dónde la conociste?-preguntó
-En el Bosque.-respondí
-Gracias. Ah, ella no te ha dejado, se la han llevado.
-¿La vas a ir a buscar? -pregunté entusiasmada
-Claro que no. Es mayorcita, que se cuide ella.
-Jo…
Entonces una lágrima recorrió mi mejilla al saber que no la volvería a ver. Nunca...
-Eh, eh, no llores. Si esa gota me tocara, se me empaparían las alas. No volvería a volar en mi vida.
-Es que… si no la encuentro…-balbuceé
-¿Si te la busco, me dejarás dormir dentro, y no llorarás?-me ofreció.
-Pues…sí.-Dije, secándome las lágrimas
Ascendió, y yo entrecerré la ventana. Me senté a esperar. Tardó dos horas y trece
minutos, pero volvió con ella.
-Hola Uxia. - me saludó Honorinda- Aquí está.
-¡Godofreda!
-¿Te conozco?-me dijo ella.
-Pe…pero...s…si tú eras mi amiga.
-Ya, ¿Rinda, seguro que la conozco?- pregunto a su compañera
-Ni idea.-susurró
-Mira, niña, si te he conocido, y como tú dices, hemos sido amigas, ya no me acuerdo. Cuando pasamos a formar parte de una nube, toda la memoria sobre
nuestras vivencias en tierra, son olvidadas. Lo siento mucho.
-¿Problema solucionado?-Pregunto la tal “Rinda”
-Por mí si.-Dijo Godofredita.- Adiós.
Los días siguientes fueron eternos. Se hizo Agosto y sin haber superado aquello,me fui al bosque.
Me senté, y jugué a dar vueltas a un palo de madera.
-¿Uxía?- preguntó una vocecilla
-¿Quién eres?-Dije
-Godofreda.
-¿Qué? ¿Pero como? ¿Pero? ¿Pero? ¿Pero?-Pregunté
-Llevo aquí mucho tiempo. Escondida, luchando contra la evaporación. Pasé un
día semi-evaporada y al día siguiente, al recobrar de nuevo mi forma no te vi.
-Oh, no sabes….Pero tu…Fuiste nube…Y…Rinda….
-¿Rinda? ¿Quien?
-Oh… fue otra….
-¿Qué?
-Un hada me dijo que no se acordaba de mí. Era una tocaya tuya...
-Ahhh.
A partir de ese día, todas las noches, se venía a casa, (no tenemos deshumidificador) donde no tenía que hacer esfuerzos por no evaporarse, y dormíamos juntas, me contaba historias, y caminábamos hacia el bosque. Todos los días. Hasta hoy.

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