Vale, estas microchorradas son en realidad mini-relatos-cortísimamente-cortos
-El priimeRo-
Al despertarme, no recordaba nada de la noche anterior. En mi escritorio encontré un informe que certificaba que padecía amnesia.
Una sonrisa cuesta menos que la luz eléctrica y da más luz. -Proverbio escocés.
11.21.2009
11.15.2009
Elisabeth
Edgard nunca le daba importancia a las cosas pequeñas, pero Elisabeth adoraba los pequeños placeres.
Ambos habían sido grandes amigos de pequeños, pero con el tiempo fueron distanciándose. Más tarde conocieron a Joe. Murió a los dos meses de su llegada a la ciudad, no se sabe exactamente porqué, tampoco importaba a más gente que su padre, su madre, Elisabeth y Edgard. Tras la tragedia, Ella se entregó a su álbum de fotos, y él a su apreciada maqueta durante un corto período de tiempo.
Pero las cosas continúan, y este acontecimiento sirvió para unir más a Edgard y Elisabeth. Y ahora, no es difícil adivinar que acabaron casándose. Muy al pesar de los padres de ella, quienes querían , para poder disfrutar de su presencia en la gran casa, que sin la creativa y divertida muchacha, parecía mucho más grande.
La pareja se mudó a una gran mansión, a las afueras de la ciudad.
Una noche, ella bajó a la biblioteca, para leer junto a Edgard. El no se encontraba allí, pero sobre su asiento descansaban unos folios de partituras para el piano. Los cogió y se dirigió a el gran piano de cola que se encontraba en una esquina de la habitación. Suavemente, empezó a tocar la melodía, intrigada. Lentamente, detrás de la ventana, una silueta se formaba y susurraba al compás;
-Oh, Carolina. Oh, Dulce mía. Tus tirabuzones dorados fueron mi perdición.
De repente, apartó sus dedos del piano. Y miró hacía la ventana, sin encontrar nada más que oscuridad, silencio y la verja que se zarandeaba por el viento.
-¿Quién se esconde tras mi ventana?
Ningún ruido. Ningún susurro. Ninguna queja.
-¡No sea cobarde!
Elisabeth, empezó a pensar que había sido únicamente su conciencia, continuó tocando la pieza de música
-¿Mi alma quieres? Pues tómala Carolina; únicamente quiero a cambio una cosa.
Asombrada, Elisabeth, vio que la letra concordaba perfectamente con la escrita debajo de cada pentagrama. Una vez más, dejó de tocar.
-¡No aguanto más!-Dijo levantándose de el taburete- Dígame quien es, rectifique y de marcha atrás!
Silencio.
-¡No haga oídos sordos a mis advertencias!- Chilló
Edgard entró por la puerta, rompiendo el misterioso silencio. Elisabeth le preguntó si conocia esa partitura, pero no le pertenecía.
Leyeron un rato y después Edgard se fué a la cama. Ella, aún más intrigada continuó tocando.
-Acambio sólo entregame, los lazos que te unen a este mundo. Ven, y cualquier cosa será posible, oh...Carolina....- Cantó, subiendo poco a poco la intensidad de su voz.
-¡Que clase de broma de mal gusto es esta!-Gritó
Elisabeth descubrió, que no podía dejar de tocar, y aquella voz imperturbable continuó, sin que Elisabeth pudiera evitarlo...
Ambos habían sido grandes amigos de pequeños, pero con el tiempo fueron distanciándose. Más tarde conocieron a Joe. Murió a los dos meses de su llegada a la ciudad, no se sabe exactamente porqué, tampoco importaba a más gente que su padre, su madre, Elisabeth y Edgard. Tras la tragedia, Ella se entregó a su álbum de fotos, y él a su apreciada maqueta durante un corto período de tiempo.
Pero las cosas continúan, y este acontecimiento sirvió para unir más a Edgard y Elisabeth. Y ahora, no es difícil adivinar que acabaron casándose. Muy al pesar de los padres de ella, quienes querían , para poder disfrutar de su presencia en la gran casa, que sin la creativa y divertida muchacha, parecía mucho más grande.
La pareja se mudó a una gran mansión, a las afueras de la ciudad.
Una noche, ella bajó a la biblioteca, para leer junto a Edgard. El no se encontraba allí, pero sobre su asiento descansaban unos folios de partituras para el piano. Los cogió y se dirigió a el gran piano de cola que se encontraba en una esquina de la habitación. Suavemente, empezó a tocar la melodía, intrigada. Lentamente, detrás de la ventana, una silueta se formaba y susurraba al compás;
-Oh, Carolina. Oh, Dulce mía. Tus tirabuzones dorados fueron mi perdición.
De repente, apartó sus dedos del piano. Y miró hacía la ventana, sin encontrar nada más que oscuridad, silencio y la verja que se zarandeaba por el viento.
-¿Quién se esconde tras mi ventana?
Ningún ruido. Ningún susurro. Ninguna queja.
-¡No sea cobarde!
Elisabeth, empezó a pensar que había sido únicamente su conciencia, continuó tocando la pieza de música
-¿Mi alma quieres? Pues tómala Carolina; únicamente quiero a cambio una cosa.
Asombrada, Elisabeth, vio que la letra concordaba perfectamente con la escrita debajo de cada pentagrama. Una vez más, dejó de tocar.
-¡No aguanto más!-Dijo levantándose de el taburete- Dígame quien es, rectifique y de marcha atrás!
Silencio.
-¡No haga oídos sordos a mis advertencias!- Chilló
Edgard entró por la puerta, rompiendo el misterioso silencio. Elisabeth le preguntó si conocia esa partitura, pero no le pertenecía.
Leyeron un rato y después Edgard se fué a la cama. Ella, aún más intrigada continuó tocando.
-Acambio sólo entregame, los lazos que te unen a este mundo. Ven, y cualquier cosa será posible, oh...Carolina....- Cantó, subiendo poco a poco la intensidad de su voz.
-¡Que clase de broma de mal gusto es esta!-Gritó
Elisabeth descubrió, que no podía dejar de tocar, y aquella voz imperturbable continuó, sin que Elisabeth pudiera evitarlo...
Projecto blog
Buenos días, mundo!
Hace una semana acabé el libro que más me ha gustado hasta el día de hoy, se titula: Las cosas que no nos dijimos. No sé, cómo explicaros de que trata, porque es bastante difícil....
Os dejo la portada por si acaso algún día os tropezais con el libro. Como veis, ahí en enormes letras rojas, Marc Levy es el autor, es de la editorial planeta.
También, por fín, he enviado las placas a l@s tres ganadores/as del concurso bloguero. ¡Enhorabuena a los ganadores y gracias a todos/as los/as participantes!
Y como yo casi nunca acabo nada, me he propuesto tomarme más en serio el blog (es cierto). Aún tengo que mecanografiar un par de escritos y os los pondré en el blog.
6.13.2009
5.15.2009
La historia de Orejitas
Todos y todas hemos oído o leído un relato corto o largo sobre un payaso triste, un domador cobarde o cualquier otro personaje del circo. Pero seguro que nunca habéis oído hablar de mí.
Me llamo Orejitas, y vivo en esta carpa esperando a que alguien narre mi historia.
Bueno, estoy atrapado en este relato de 1º de E.S.O. y, en fin espero que disfrutéis.
Todo comenzó un tres de septiembre.
Yo aún vivía en el pueblo. Pero aquel día llegó un circo muy famoso a la ciudad, y se anunció hasta en el árbol en el que yo me alojaba. Mi vecina, la ardilla, me invitó a acompañarla.
Una vez en la gran ciudad buscamos una pequeña carpa de colores, pero para nuestra sorpresa, la carpa no era especialmente pequeña, y una vez dentro nos perdimos con facilidad .Fuí a parar a un camerino, concretamente al de un mago. Cansado de buscar me dormí en un bonito sombrero de copa.
Tan bien dormí, que al día siguiente, aún seguía allí .Pero de pronto alguien dijo:
-Abracadabra. Un, dos tres… ¡Sal conejo!
Y me agarró de mis preciosas orejas. Aproveché ese instante para echar un vistazo de mi vecina, pero no encontré ni rastro.
Me sumergieron de nuevo el sombrero y pasado un rato, el mago me hizo un trato para que me quedara en el circo.
Antes de cerrar al trato le envié una carta a mi amiga la ardilla.
Medité, medité y acabé por pensar que en mis ratos libres podría subirme a las nubes con la trapecista, escuchar los ensayos del payaso, aparte de disfrutar de varias zanahorias diarias.
Finalmente, acepté y aquí acaba la historia de cómo me convertí en la estrella más mona del circo. (A excepción del orangután)
aTTo: IcI!
Me llamo Orejitas, y vivo en esta carpa esperando a que alguien narre mi historia.
Bueno, estoy atrapado en este relato de 1º de E.S.O. y, en fin espero que disfrutéis.
Todo comenzó un tres de septiembre.
Yo aún vivía en el pueblo. Pero aquel día llegó un circo muy famoso a la ciudad, y se anunció hasta en el árbol en el que yo me alojaba. Mi vecina, la ardilla, me invitó a acompañarla.
Una vez en la gran ciudad buscamos una pequeña carpa de colores, pero para nuestra sorpresa, la carpa no era especialmente pequeña, y una vez dentro nos perdimos con facilidad .Fuí a parar a un camerino, concretamente al de un mago. Cansado de buscar me dormí en un bonito sombrero de copa.
Tan bien dormí, que al día siguiente, aún seguía allí .Pero de pronto alguien dijo:
-Abracadabra. Un, dos tres… ¡Sal conejo!
Y me agarró de mis preciosas orejas. Aproveché ese instante para echar un vistazo de mi vecina, pero no encontré ni rastro.
Me sumergieron de nuevo el sombrero y pasado un rato, el mago me hizo un trato para que me quedara en el circo.
Antes de cerrar al trato le envié una carta a mi amiga la ardilla.
Medité, medité y acabé por pensar que en mis ratos libres podría subirme a las nubes con la trapecista, escuchar los ensayos del payaso, aparte de disfrutar de varias zanahorias diarias.
Finalmente, acepté y aquí acaba la historia de cómo me convertí en la estrella más mona del circo. (A excepción del orangután)
aTTo: IcI!
-Primer capítulo: ¿Que decides?
Unas uñas golpearon involuntariamente el cristal de mi ventana, despertándome. Y dos opciones pasaron por mi mente; Salir corriendo o quedarme inmóvil.
No me moví puesto que se me heló la sangre. Clavé mis ojos en mi ventana. Una sombra se proyectaba en las cortinas color amarillo canario. Un cuerpo mecánico se apoyó sobre mi cristal. Aquella proyección me resultó familiar, pero no sabía porqué. De pronto, y sin darme cuenta, me quedé profundamente dormida.
A la mañana siguiente todo fue muy lento. Como era lunes tuve que salir del orfanato y caminar hasta la escuela. Por suerte me acompañó mi mejor amigo, Julio.
Cuando volví al orfanato me dijeron que tenía visita de mi padre. En ese instante pensé:
¿¡De mi padre!?
Cuando entré en mi habitación allí estaba, el de mis fotos, el que me habían descrito mil y una veces…
Y quería hablar conmigo.
Me di cuenta de que su cara reflejaba la expresión de estar llorando sin lágrimas, que hasta el momento era totalmente desconocida para mí.
Me senté enfrente a él y le dije:
-Hola.
Ho… hola –me saludó.
-¿Papá? –pregunté, atónita.
Asintió.
Esta vez fui yo la que tenía expresión de echarse a llorar, pero a mí si que me cayeron lágrimas.
-Carla… esto… ya se que me esperabas... que esperabas que yo hubiese…-dijo indeciso- …fa…falle…fallecido.
-Sí.
-Un error. Un grave error –continuó, tras una corta pausa.- por eso, he venido, a ver, si, tal vez, quizás…
-¿Sí?
-Querrías venir conmigo a casa. Ya se que llevas quince años viviendo, pensando que, bueno, lo que tuvieras que pensar. Y comprenderé cualquier decisión que tomes.
Iba a abrir la boca para objetar, pero…
-Pero antes debes saber quien soy.
-¿¡Cómo que quien eres!?¡Ya lo sé! ¡Eres mi padre!
-Ven, te lo explicaré -y fuimos a pasear por las afueras.- Aquel horroroso día en el que tu madre sí que acabó… pues eso, acabó, íbamos los dos en el coche. Estaba herido de gravedad y… me tuvieron que hacer… un transplante.
-Del que, en teoría, no habías salido.
-Cosa que no es correcta. Al menos no del todo, no puedo llorar, no puedo mojarme, no puedo…
-¡¿Que no puedes mojarte?¡ ¡¿Pero que estupidez es esa?! –interrumpí
-Carla.
-Perdón. Me disculpé mientras jugaba, con un gesto nervioso, con un mechón de mi pelo.
-Bueno, pues, aparte de ello, no como la misma comida que tú, no duermo y soy extremadamente ágil, si me te diera un pequeño codazo, te rompería varios huesos.
-¿Bromeas? No me chupo el dedo, eres una persona. ¿Intentas impresionarme o simplemente asustarme? ¡No soy una niña de educación infantil!
Entonces, para demostrarme que lo que contaba era cierto, cogió una roca, de unos… ¿ treinta kilogramos?, y la giró con un dedo, como si fuera una pelota de baloncesto.
-Madre mía.
-Ajá. No pienses que esto me gusta. Es como si fuera… un robot, excepto mi cerebro y las emociones principales.
Me asusté, no salí corriendo de milagro, porque algo me impulsaba a quedarme, quizás, un impulso emocional.
-Tú decides, quedarte o venir.
aTTo: IcI!
No me moví puesto que se me heló la sangre. Clavé mis ojos en mi ventana. Una sombra se proyectaba en las cortinas color amarillo canario. Un cuerpo mecánico se apoyó sobre mi cristal. Aquella proyección me resultó familiar, pero no sabía porqué. De pronto, y sin darme cuenta, me quedé profundamente dormida.
A la mañana siguiente todo fue muy lento. Como era lunes tuve que salir del orfanato y caminar hasta la escuela. Por suerte me acompañó mi mejor amigo, Julio.
Cuando volví al orfanato me dijeron que tenía visita de mi padre. En ese instante pensé:
¿¡De mi padre!?
Cuando entré en mi habitación allí estaba, el de mis fotos, el que me habían descrito mil y una veces…
Y quería hablar conmigo.
Me di cuenta de que su cara reflejaba la expresión de estar llorando sin lágrimas, que hasta el momento era totalmente desconocida para mí.
Me senté enfrente a él y le dije:
-Hola.
Ho… hola –me saludó.
-¿Papá? –pregunté, atónita.
Asintió.
Esta vez fui yo la que tenía expresión de echarse a llorar, pero a mí si que me cayeron lágrimas.
-Carla… esto… ya se que me esperabas... que esperabas que yo hubiese…-dijo indeciso- …fa…falle…fallecido.
-Sí.
-Un error. Un grave error –continuó, tras una corta pausa.- por eso, he venido, a ver, si, tal vez, quizás…
-¿Sí?
-Querrías venir conmigo a casa. Ya se que llevas quince años viviendo, pensando que, bueno, lo que tuvieras que pensar. Y comprenderé cualquier decisión que tomes.
Iba a abrir la boca para objetar, pero…
-Pero antes debes saber quien soy.
-¿¡Cómo que quien eres!?¡Ya lo sé! ¡Eres mi padre!
-Ven, te lo explicaré -y fuimos a pasear por las afueras.- Aquel horroroso día en el que tu madre sí que acabó… pues eso, acabó, íbamos los dos en el coche. Estaba herido de gravedad y… me tuvieron que hacer… un transplante.
-Del que, en teoría, no habías salido.
-Cosa que no es correcta. Al menos no del todo, no puedo llorar, no puedo mojarme, no puedo…
-¡¿Que no puedes mojarte?¡ ¡¿Pero que estupidez es esa?! –interrumpí
-Carla.
-Perdón. Me disculpé mientras jugaba, con un gesto nervioso, con un mechón de mi pelo.
-Bueno, pues, aparte de ello, no como la misma comida que tú, no duermo y soy extremadamente ágil, si me te diera un pequeño codazo, te rompería varios huesos.
-¿Bromeas? No me chupo el dedo, eres una persona. ¿Intentas impresionarme o simplemente asustarme? ¡No soy una niña de educación infantil!
Entonces, para demostrarme que lo que contaba era cierto, cogió una roca, de unos… ¿ treinta kilogramos?, y la giró con un dedo, como si fuera una pelota de baloncesto.
-Madre mía.
-Ajá. No pienses que esto me gusta. Es como si fuera… un robot, excepto mi cerebro y las emociones principales.
Me asusté, no salí corriendo de milagro, porque algo me impulsaba a quedarme, quizás, un impulso emocional.
-Tú decides, quedarte o venir.
aTTo: IcI!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)